«Mi relación era tormentosa y destructiva» (testimonio)

«Mi relación era tormentosa y destructiva» (testimonio)

N.D. es un chico con un pasado de relaciones basadas en la dependencia.  Algo que ocurre también en su relación actual con su pareja.  Desde hace un tiempo a aquí comenzó a ver que estaba teniendo actitudes que le alejaban de la persona que realmente es, hasta que un día vivieron una situación dolorosa de celos, hecho que le llevó a pedir ayuda.

N.D se esfuerza cada semana para aprender una manera sana de expresar sus celos, estamos profundizando en sus miedos y para su sorpresa, acabando ya con algunos de ellos! Cada sesión N.D muestra la gran capacidad de superación y fortaleza que hay en él.  ENHORABUENA!!

«Le llevo 4 años a mi mujer, cuando nos casamos ella tenía 26 y yo 30. Yo venía de una relación enfermiza, destructiva, con dos hijos a quienes hice daño por mi comportamiento.

…“No me vuelvo a emparejar, juro que no me vuelvo a echar novia”…

… Me decía una y otra vez, y más pronto cae un hablador que un cojo.

La primera vez que comencé con una relación seria tenía 19 años y mi árbol nació, creció y se desarrolló torcido. Sólo Dios sabe lo que significa romper con el amor y transformarlo en odio, en dañar y permitir que te dañen.

Hoy comprendo lo que me costó mucho trabajo entender ya que…

…viví una relación tormentosa, enfermiza y destructiva…

Dicen que después de la tempestad viene la calma, que un clavo, clava a otro clavo y yo tuve que vivir mi propia experiencia.

Mi mujer, a sus 26 años de edad, era carismática, simpática, agradable, espontánea, natural… Además, es muy guapa, con unos ojos de concurso, dignos de la mejor película de Hollywood, es en verdad, muy hermosa.

Yo trabajaba en una cadena de radiodifusoras, estaba soltero y tenía dinero, prestigio y fama. Todo lo que sueles pedirle a la vida lo tenía yo, menos a mí mismo.

Cuando la conocí, me enamoré de ella, me fascinó y me volvía loco cuando la escuchaba hablar, sentía el aroma de su cuerpo, me deleitaba con su cabellera larga y me enloquecían sus ocurrencias.

Donde pongo el ojo, pongo la bala, así que hice todo para conquistarla. Así empecé, a ser el príncipe que la llevaba detalles, le escribía cartas, tarjetas con mensajes de amor, le regalaba perfumes, peluches, joyas, la llevaba a comer a todos lados, la invitaba al teatro, al cine a los centros comerciales, cumplía sus mas mínimos caprichos.

…Me enamoré con locura y le pedí matrimonio…

Desde que empezamos el noviazgo yo tenia actitudes de viejo, chapado a la antigua:

No me gustaba que ella saludara dando dos besos a tipos que apenas ni conocía, no aceptaba que ella hablara con hombres y fuera tan expresiva, tan atenta e incluso, hacer comunicación de tacto, como tocarles la mano, la pierna o el hombro mientras hablaban, no comencé a aceptar y me molestaban sus faldas, me molestaban sus escotes…

…sentía que era demasiado coqueta…

…yo me ponía furioso, para mí era una falta de respeto, una provocación y me hacía sentir poco hombre.

– Qué, te lo presento? Si quieres te bajo y te largas con el! – Le decía

Así empecé a sufrir mis celos infernales y entonces, el príncipe que pretendía ser, enmascarado, se convirtió en un vil sapo que de prostituta no la bajaba y comencé a desahogarme con el alcohol.

Enfermé tanto que dudé que mis dos primeros hijos con ella, fueran míos…

…me sentía viejo y acabado…

Menos mal que me decidí a pedir ayuda y, así, gracias a mi psicóloga y todo el trabajo que hemos realizado (aunque aún nos queda), estoy consiguiendo expresar mis celos de una manera sana, incluso estoy viendo cómo poco a poco, van disminuyendo…»