27 Ene No es lo que ves…
No es la sonrisa que tú ves en redes, es todo lo que he trabajado y peleado para encontrarme así.
No es el beso que doy a mi pareja y plasmo en una imagen, es todo lo que hemos construido desde que nos conocimos, con nuestras peleas, nuestras dudas, nuestros momentos de querer tirar la toalla y no hacerlo.
No es el abrazo que doy a mis hijas, es la lucha que hay detrás hasta llegar a ellas, los años de dolor, de miedo e incertidumbre, de lágrimas derramadas y soledad.
No es la unión incondicional hacia mi familia, porque sí, por la unión sanguínea… Es el trabajo de adentrarme en nuestras relaciones, aceptar lo que no puedo cambiar y modificar aquello que está en mi mano, alejándome de lo que sin posible cambio, me hace daño.
No es la amistad perfecta de serie, es la relación que ha sido hablada, guiada, acompañada, con sus momentos de acercamiento, de malestar y consiguiente comunicación. Las relaciones que se han quedado atrás, algunas por elección, otras por malentendidos insalvables.
No es la “suerte” de trabajar en aquello que me apasiona, sino todas aquellas ocasiones en las que diferentes trabajos me sustentaban para cumplir mi meta. Diferentes profesiones para alcanzar mi objetivo, esos años sin verano para llegar a final de mes, mientras mi mente viajaba en sueños a la playa y el olor a mar.
La vida no es ese momento que refleja una imagen, es todo lo que hay detrás, la historia que cuenta y el camino recorrido hasta llegar a ese instante.
Esa es mi parte favorita, la historia, el puzzle a construir, descubrir si aquello que veo refleja la autenticidad de lo que descubro de esa persona, de su historia.
Cada vez me enamora más encontrar la autenticidad, el reflejo de lo real, la valentía de mostrarse tal y como se es, adentrarse y empaparse de una historia, de una vida repleta de momentos.