Lo que no me contaron… (testimonio)

Lo que no me contaron… (testimonio)

Una historia con un comienzo mágico y casi milagroso, una parte central también mágica pero amarga, y un desenlace triste a la par de tranquilo… Y toda ella, envuelta en grandes dosis de amor.

Para introduciros en esta historia debo resaltar un detalle importante, mi pequeña gata Gaia (la preciosa gatita Carey de la foto) tiene un ritual casi todas las mañanas: se sube a la cama y me da con la patita para que le abra el edredón, le suba las piernas y pasando por encima de mi tripita se pueda acurrucar bajo mis rodillas.

El caso es que siempre he leído que los gatos tienen una sensibilidad especial en los embarazos y suelen cambiar algo de su comportamiento cuando la mujer está esperando un pequeñín… Por eso me extrañó mucho cuando en septiembre, Gaia, haciendo el ritual habitual, me pisó la tripa “como si nada hubiera en ella”. Días después confirmamos el aborto…

 

Tras el aborto de septiembre, aún pudiendo haber empezado un nuevo ciclo en noviembre, decidimos esperar a recomponernos y recuperarnos del golpe.  El caso es que en enero tenía un retraso… Claro, había una parte en nosotros que pensaba en embarazo, pero… ¿embarazo natural? ¿nosotros? Durante casi dos años, nueve médicos nos lo han dado como imposible… así que aún con la ilusión de esa pequeñísima posibilidad, pensábamos más en alguna otra circunstancia (estrés, constipado, retraso “normal”…).

Aquí viene la parte mágica 🙂

Resulta que tras una semana de retraso donde aún no teníamos señales de que hubiera aparecido nuestra amiga, una mañana, Gaia comenzó a hacer el ritual habitual:

Me dio con la patita, le abrí el edredón y comenzó a caminar hasta llegar a la tripa.  Sin embargo, esta vez se detuvo, me esquivó la tripa y se acurrucó bajo las rodillas… Imaginaos mi cara de sorpresa!! Recuerdo perfectamente cómo desperté a mi marido y le conté cómo Gaia había cambiado su ritual… Los dos no salíamos del asombro… Pero una parte de nuestra cabeza seguía teniendo la palabra “imposible”…

Hasta que un par de días después, con los nervios a flor de piel, decidí hacerme una prueba de embarazo. ¡Qué miedo sentía! después de haberme hecho tantas pruebas durante tantos meses y haber visto siempre “no embarazada”, tenía pánico a estar ilusionándome otra vez en vano…

Y de nuevo estaba en esa situación, haciendo pis en un palito para esperar enfrentarme a un “no embarazada” con toda la tristeza del mundo… qué cosas tiene la vida, algo tan sencillo y que tanto miedo da… Lo que no sabía era que esta vez no iba a ser así… No pasaron ni 10 segundos que el predictor marcó rápidamente “embarazada”.

DIOS MÍO! ¿¡embarazada!? ¿Yo? y ¿de manera natural? ¡Pero si era imposible! me quedé completamente en shock, comenzaron a agolparme de nuevo la ilusión, la esperanza, la incredulidad y si… también los miedos. Recuerdo perfectamente el abrazo que me dio mi marido cuando segundos después le di la maravillosa noticia, su cara de sorpresa, su “Aiva!” y la felicidad de su rostro. Recuerdo todos los mensajitos que nos escribimos ese día…

Recuerdo cómo comenzamos a recapitular lo que Gaia había hecho y el trocito de pavo que le di en el desayuno por sus dotes mágicas.  Qué sensibilidad, qué magia tienen los animales… Qué importante aprender a comunicarnos con ellos…

El caso es que 3 días después, un domingo por la mañana, Gaia volvió a despertarme para hacer su ritual. Sin embargo, esta vez me pisó la tripa…

Literalmente, me acojoné. Desperté a mi marido y comentándole lo que había pasado, aún con dudas, decidimos ir a urgencias… Tenía pequeñas molestias en el lado derecho de la tripa, pero no como para ir al médico.

Recuerdo cómo íbamos por el camino riéndonos de la situación y bromeando con llegar al mostrador y decir: “hola, buenos días, verá… es que estoy embarazada de casi 6 semanas, me enteré porque mi gata Gaia me esquivó la tripa cuando no suele hacerlo y esta mañana me la ha pisado. A ver si pueden mirar que esté todo bien por favor”.

Obviamente, no dijimos eso al llegar… Mencionamos el aborto previo de septiembre y las pequeñas molestias que notaba en la zona derecha del abdomen.

Tras la espera, nos recibe un doctor (gracias a Dios que estaba él) y tras una ecografía y unos minutos que nos parecieron horas, nos dio la noticia:

“lo siento chicos, por lo que veo en la ecografía no se observa saco gestacional y aparece una imagen en la trompa derecha que podría corresponderse con el embrión; también cabe la posibilidad de que hayas ovulado más tarde y por eso aún no se observe el saco.  Debo hacerte un análisis de sangre para confirmar o descartar esta opción”.

Recuerdo cómo en esas dos horas hasta que nos dieron los resultados, nosotros nos decíamos “bueno, en realidad hemos venido por Gaia así que seguro que estoy de menos tiempo; si supieran la verdad seguramente descartarían la posibilidad de que esté en la trompa”.

Ojalá… Ojalá nuestra Gatita Gaia se hubiera equivocado… porque finalmente el doctor nos confirmó que se trataba de un embarazo ectópico, el embrión estaba bien pero creciendo en el sitio equivocado.

Comenzó a explicarnos y mencionar las posibilidades.  Se trata de un embarazo inviable a pesar de que el embrión esté bien, pues las trompas no son flexibles y que el embrión siga creciendo supondría que me estallara la trompa provocándome una hemorragia interna, pudiendo llevarme incluso a la muerte.  La única opción posible era finalizar con este embarazo ¿Cómo? Bien con una inyección de metotrexato (se trata de una inyección de quimioterapia que frena el crecimiento del embrión pero te salva la trompa de falopio) o bien pasando a quirófano y extirpando la trompa.

Imaginaos nuestro shock… De enterarnos del embarazo natural (ya casi un milagro) por Gaia, a ir a urgencias también por Gaia y escuchar que si quimio, embarazo no viable, riesgo de vida, extirpar trompa… Son situaciones para las que da igual lo que hayas vivido, NO ESTÁS PREPARADO y no sabes cómo enfrentar…

Por suerte (¡gracias Gaia!), se había cogido a tiempo y podíamos optar por la opción de la inyección.  El único riesgo era que no hiciera efecto y bien se me rompiera la trompa con el peligro de hemorragia interna, o bien que finalmente tuvieran que extirparme la trompa en quirófano.

Si algo aprendí con fuerza en el otro aborto es la importancia de despedirnos de nuestro embrioncito cuando aún está con nosotras… Tengo grabada la imagen, estar recibiendo la inyección y con lágrimas en los ojos (y en el alma), estar abrazándome la tripa hablando al pequeñín que estaba creciendo en mí… Es tremendamente doloroso, pero también tranquiliza el alma poder hacerlo en ese momento.  Créeme, guárdate estas palabras, si alguna vez te toca vivir algo así, dedica ese tiempo a decir adiós, en el momento en que aún forme parte de ti, es super importante poder hacerlo, te facilitará la recuperación posterior, será algo menos dolorosa…

Tras llegar a casa después de todo lo vivido no podíamos dar crédito a la historia con Gaia… Se nos venían a la mente las palabras del médico: “llegas a esperar 48 horas más y la única solución hubiera sido extirparte la trompa.  Llegas a esperar a la primera ecografía y se te hubiera roto la trompa poniéndote en peligro…”  Así que a pesar del dolor, nos sentíamos tranquilos por estar viva, no haber tenido que pasar por quirófano, haber conseguido un embarazo natural y saber que el embrioncito estaba bien, aunque en mal sitio…

Sin embargo, en la revisión 4 días después el cuadro empeoró.  Un valor que tenía que haber bajado o  subido como mucho a 2000, en realidad se había disparado a 5 mil, el riesgo de rotura era tremendo, el embrión había continuado su crecimiento (qué fuerte nuestro pequeñín que ni la primera inyección de quimio le debilitaba) y mi vida corría peligro ¿Solución? otra dosis un pelín más elevada e ingreso hospitalario por si se rompía la trompa…

El dolor de la pérdida en ese momento pasó a ser algo secundario.  Ahora lo que realmente nos preocupaba era mi vida, mi salud, el riesgo que tenía…

¡Madre mía! El miedo era abrumador, mi cabeza no era capaz de registrar todo lo que estábamos viviendo.  “Si yo sólo quiero ser mamá” me repetía, “no entiendo por qué estoy en un hospital ingresada… sólo quiero ser madre”.

Experiencias así te colocan de lleno en la realidad: Nada es como nos lo contaron cuando éramos pequeños.  No existe eso de creces, te emparejas, te casas, tienes un trabajo que disfrutas, te embarazas, tienes hijos y vives feliz… Todo, absolutamente todo lo tienes que pelear. ¿Quieres un trabajo que te guste? tendrás que pelearlo, ¿quieres una relación de pareja sana? tendrás que construirla, ¿quieres tener hijos? cuidado! tu vida puede correr peligro…

Los días en el hospital eran eternos.  No tenía ni la más remota idea de qué iba a pasar, de qué sería de mí: no sabía si se me rompería la trompa y qué pasaría si me provocaba una hemorragia interna (“si pasa, al menos estás ingresada Gemma” me repetía para tranquilizarme), tal vez esta segunda inyección tampoco me hacía efecto y tenían que pasarme a quirófano a extirparme la trompa… o tal vez todo se solucionaba sin poner mi vida en riesgo…

¡Qué días de angustia!

Son momentos en los que da igual que seas positiva o no, estás tremendamente acojonada porque no tienes ni la pajolera idea de qué va a ser de ti, ni los médicos la tienen… lo que pase, no depende de ti, ni de lo que pienses ni de lo que hagas…

¿pero sabéis qué es lo único que te salva en momentos de crisis y de pánico? EL AMOR.

Y por suerte, de ese tenemos muchísimo.  Han sido 4 días muy intensos, llenos de pánico, de dudas, de dolor, de tristeza, pero también repletos de amor del bueno.  Muchísimas visitas que se agradecen en el alma.

Personas con las que puedes llorar, que te hacen reír, que te cuentan batallitas de tus padres cuando eran pequeños para entretenerte, que te endulzan, que te abrazan, que cogen un vuelo al enterarse para abrazarte fuerte fuerte, que te entretienen, que comparten tu dolor, que rezan por ti, que buscan horas de donde sea para darte un abrazo, que lloran de alegría cuando pasa el médico y da una buena noticia, que duermen a tu lado aún siendo la cama casi una tortura, que pasan horas sin comer para no dejarte solo, que se piden días en el trabajo y te abrazan tan fuerte que te olvidas de todo… esa persona mágica que se desvive por ti, que busca la manera de sorprenderte y hacerte sentir cerca lo que en ese momento tienes lejos, que te enamora de nuevo a cada segundo…

Porque al final, en todos los momentos de mierda que nos toca vivir, lo que realmente nos queda y sí depende de nosotros es eso… el amor que damos y el amor que recibimos.

De corazón… construye buenas relaciones, trabaja aquellas que merezcan la pena, esfuérzate! permítete alejar también a aquellas personas que en lugar de sumar, restan, y dedica todas tus fuerzas en hacer crecer el amor del bueno.

Convierte a tu pareja en un gran pilar, haceros compañeros de vida, convertíos en equipo… Te aseguro que merece la pena, en situaciones así, la sola presencia de esa persona te tranquilizará el alma.

Permítete llorar, despedir lo que ha sido, patalear…. pero también dedica algo de tiempo a ver todo lo malo que NO ha pasado y por contra, lo bueno que SÍ ha tenido lugar…

Y no lo dudes, después de la parte mágica de la historia… ADOPTA algún peludete y aprende a comunicarte con él/ella, pueden salvar tu vida (literamente) y te alegrarán el día a día. Además, ellos también necesitan de nuestro amor (si no fuera por Gaia, no tengo ni idea de dónde estaría hoy…)

pd: finalmente la segunda inyección sí que hizo efecto.  Un valor que tenía que estar en 6000 para después comenzar a bajar hasta llegar a 0, en realidad ya estaba bajando e iba por 2500 (qué lágrimas de alivio cuando el médico nos dio la noticia).  Por lo que nos dieron el alta, aunque aún con posibilidad de rotura de trompa con la pauta de reposo casi absoluto. Gracias a Dios, en la siguiente revisión, para afirmar que el tratamiento había sido efectivo tendría que estar en al menos 2066, pero había continuado su descenso y estaba ya en 500…  Ahora queda de nuevo mucho camino por delante de pruebas y más pruebas… Esperar que el cuerpo elimine el tóxico de las dos inyecciones de metotrexato y recupere los valores normales de sangre (te quedas muy debilitado)…  Pero al menos, tengo todas las partes de mi cuerpo DENTRO de mi cuerpo, ¡que ya es mucho! Y aunque hayamos tenido que despedir otro embrioncito, los parámetros son completamente diferentes y la experiencia anterior nos ha permitido tener más herramientas para afrontar esta situación.

AMOR para todos, siempre