16 Jun La felicidad NO es gratis
Aún sabiendo que debemos dedicarnos tiempo a nosotros mismos, aún sabiendo que es bueno tener una buena relación con uno mismo, siempre parece que todo cuanto nos sucede se interpone en el camino de lograrlo.
Desde pequeños se nos ha enseñado desde diversos espacios (social, familiar…) que la ansiada felicidad sólo se consigue habiendo cumplido antes determinados objetivos: éxito laboral y social, familia, dinero… Y además de conseguir estos objetivos hemos de añadir para llegar a la felicidad supone también otro objetivo más implícito pero también más influyente, el reconocimiento externo de haber cumplido con esos objetivos.
Sin embargo, el tener todo no es sinónimo del sentir todo, pues la mayor parte de las veces esas consecuciones generan una aparente felicidad que no es más que una sensación positiva, corta y pasajera, pues este tipo de aparente felicidad nos obliga a crear continuamente nuevas metas y nuevos objetivos, llevándonos a una constante insatisfacción que cada vez nos aleja más de la auténtica felicidad y nos trae de la mano un regalo muy común pero nada agradable: el estrés.
Por ello es importante ver que una premisa básica de la felicidad consiste en conquistar una mejor calidad de vida, basada en parte en hacer las cosas a nuestro tiempo y a nuestro ritmo, con esto no quiero decir dejar de hacer cosas, sino conocernos para saber qué y cómo puedo hacer algo en mi máximo partido sin llegar a la saturación, disfrutando del camino. Es decir, hemos de escucharnos para conocer nuestros límites, espacios y tiempos para después hacernos caso, en lugar de llevarnos a límites insospechados disfrazados de estrés.
Lo sé, no es fácil sentarse una hora en el sofá porque mi cuerpo está agotado…no es fácil porque la mente enseguida nos dice frases del tipo «estás perdiendo el tiempo…para qué te sientas con todo lo que tienes por hacer…», pero es que la felicidad no es gratuita, la felicidad requiere aceptar a priori cierta dosis de malestar y ansiedad para enfrentar el impulso de correr, requiere aprender a escucharnos a nosotros mismos y ver qué necesitamos y queremos para después hacerlo, siempre implica algún tipo de renuncia, al menos hasta que aprendamos a ponernos voz.
Y tu, ¿qué precio le pones a tu felicidad?