16 Oct «Me doy permiso para…»
Hoy quiero compartir con vosotros el texto que esta mañana me ha llevado a consulta P.A., un texto que le llegó en un momento clave y que le regaló respuestas para algunas de las preguntas que se había formulado en las últimas sesiones.
«Me doy permiso para separarme de personas que me traten con brusquedad, presiones o violencia, de las que me ignoran, me niegan un beso, un abrazo…
No acepto ni la brusquedad ni mucho menos la violencia, aunque vengan de mis padres o de mi marido o mujer. Ni de mis hijos, ni de mi jefe ni de nadie. Las personas bruscas o violentas quedan ya, desde este mismo momento, fuera de mi vida.
Soy un ser humano que trata con consideración y respeto a los demás. Merezco también consideración y respeto.
Me doy permiso para no obligarme a ser «el alma de la fiesta», el que pone el entusiasmo en las situaciones, ni ser la persona que pone el calor humano en el hogar, la que está dispuesta al diálogo para resolver conflictos cuando los demás ni siquiera lo intentan. No he nacido para entretener y dar energía a los demás a costa de agotarme yo, no he nacido para estimularles con tal de que continúen en mi lado.
Mi propia existencia, mi ser, ya es valioso. Si quieren continuar a mi lado deben aprender a valorarme. Mi presencia ya es suficiente, no he de agotarme haciendo mas de lo que puedo hacer.
Me doy permiso para no tolerar exigencias desproporcionadas en el trabajo. No voy a cargar con responsabilidades que les corresponden a otros y que tienen tendencia a desentenderse.
Me doy permiso para no hundirme las espaldas con cargas ajenas.
Me doy permiso para dejar que se desvanezcan los miedos que me infundieron mis padres y las personas que me educaron. El mundo no es sólo hostilidad, engaño o agresión, hay también mucha belleza y alegría inexplorada.
Decido abandonar los miedos conocidos y mem arriesgo a explorar las aventuras por conocer. Más vale lo bueno que ya he ido conociendo y lo mejor que aún está por conocer. Voy a explorar sin angustia.
Me doy permiso para no agotarme intentando ser una persona excelente. No soy perfecto, nadie es perfecto y la perfección es oprimente. Me permito rechazar las ideas que me inculcaron en la infancia intentando que me amoldara a los esquemas ajenos, intentando obligarme a ser perfecto: un hombre sin fisuras, rígidamente irreprochable, es decir, inhumano.
Asumo plenamente mi derecho a defenderme, a rechazar la hostilidad ajena, a no ser tan correcto como quieren; y asumo mi derecho a ponerles límites y barreras a algunas personas sin sentirme culpable. No he nacido para ser la víctima de nadie.
Me doy permiso para no estar esperando alabanzar, manifestaciones de ternura o la valoración de los otros. Soy yo quien me valoro, me acepto y me aprecio. No espero a que vengan esas consideraciones desde el exterior, y no espero encerrado o recuído ni en casa ni en un pequeño círculo de personas de las que depender. Al contrario de lo que me enseñaron en la infancia, la vida es una experiencia de abundancia.
Me doy permiso para no estar al día en muchas cuestiones de la vida: no necesito tanta información, tanto programa de ordenador, tanta pel´licula de cine… Decido no intentar absorber el exceso de información, me permito no querer saberlo todo, me permito no aparentar que estoy al día en todo o en casi todo.
Me doy permiso para saborear las cosas de la vida que mi cuerpo y mi mente pueden asimilar con un ritmo tranquilo.
Decido profundizar en todo cuanto ya tengo y soy. Con lo que soy es más que suficiente y aún sobra.
Me permito un vivir con levedad, sin cargas ni demandas excesivas. No entro en su juego. Me doy el permiso más importante de todos, el de ser auténtico:
No me impongo soportar situaciones y convenciones sociales que agotan, que me disgustan o que no deseo. No me esfuerzo por complacer. Si intentan presionarme para que haga lo que mi cuerpo y mi mente no quieren hacer, me afirmo tanquila y firmemente diciendo que no. Es sencillo y liberador acostumbrarse a decir no.
Elijo lo que me da salud y vitalidad. Me hago más fuerte y más sereno cuando mis decisiones las expreso como forma de decir lo que yo quiero o no quiero y no como forma de despreciar las elecciones de otros.
No me justificaré: si estoy alegre, lo estoy; si estoy menos alegre, lo estoy; si un día señalado del calendario es socialmente obligatorio sentirse feliz, yo estaré como estaré.
Me permito estar tal y como me sienta bien conmigo mismo y no como me ordenan las costumbres y los que me rodean: «lo normal» y lo «anormal» en mis estados emocionales lo establezco yo.»
Joaquín Argente