28 Sep Aunque quería no podía comer… (Testimonio)
«Y aunque desde que me levanto estoy pensando en ello, llega nuevamente el momento de comer. Es una obsesión que no puedo quitarme de la cabeza, da igual que esté en la calle, con amigos, con mi chico… da igual lo que esté haciendo, pues ya nada me gusta ni nada me llama tanto la atención como el hecho de comer en sí, algo paradójico porque en cuanto llega el momento de comer, empiezo a sentir ansiedad y un pánico horroroso, sensaciones que me conducen a pensar que ojalá no existiese, así no sentiría toda esta mierda.
Entonces me colocan el plato de comida delante y empiezo a mirar a todos lados buscando una vía de escape para que toda esa comida, ese plato tan grande que sé que tengo que comer porque tengo una enfermedad, no tenga que acabar en mi estómago. Veo la posibilidad de cortarlo en trocitos pequeños, echar unos cuantos en mi pantalón y tirarlos después, guardarme otros pocos en la boca y escupirlos en el baño… Bien, así sólo comeré la mitad, y si encima me dejo algo en el plato sé que estaré más tranquila aún.
Y allá vamos, corto todo el filete, pincho un trozo y lo llevo a la boca. Noto cómo la boca me arde, como si ese trozo fuese fuego que me está quemando por dentro y entonces me echo a llorar. Dios!! Por qué no puedo comer ni un trozo! Cada porción hace que me queme por dentro y entonces empiezo a llorar más y más, no lo comprendo. Quiero comer algo, sé que algo tengo que comer, pero es como si mi cuerpo reaccionase y lo rechazase, y no hay nada que yo pueda hacer.
Noto cómo me mira mi madre, veo el dolor en sus ojos y se me rompe el corazón, pero es que no puedo comer! y al final siempre lo hago por los demás, por esas miradas de súplica o incluso por sus frases directas de «no puedes seguir así, cómete todo lo que tienes en el plato». Y pasan los días y esta obsesión no desaparece y nadie me explica por qué me está pasando esto, he ido ya a dos psicólogas y ninguna de ellas me ha comprendido, quieren que poco a poco vaya introduciendo una serie de alimentos pero eso es justo lo que no puedo hacer! por qué nadie me comprende!?»
Esta es la carta con la que M. llegó a mi consulta. No le salían las palabras, cada vez que intentaba articular una, las lágrimas le brotaban de los ojos… Fue un trabajo duro, pero no olvidaré su cara de alegría cuando le expliqué por qué le estaba ocurriendo eso, comenzó a sentirse relajada al ver que había solución. De esta carta hace ya 1 año y aunque nos queda algo de trabajo, digo con alegría que M es una mujer completamente diferente.
Gracias M por tu aportación a que otras personas puedan sentirse identificadas y gracias por aportarme tanto a mí como profesional.