«Mi cuerpo rechazado» (Testimonio)

«Mi cuerpo rechazado» (Testimonio)

cuerpo mujer 3 lowM. lleva poco más de un año de terapia, un año que ha dedicado completamente a ella, a conocerse y escucharse, un año donde a aprendido a comprender qué le ocurría, cuáles eran sus necesidades, incluso cómo era esa persona que siempre había intentado ocultar: ella misma.

Puedo afirmar sin duda alguna que es una persona nueva! Y aunque aún queda camino por delante, ha hecho unos logros tan grandes que es ahora cuando empieza a ser ella misma.

ENHORABUENA M.

«No sabía vivir de otra manera que como llevaba años haciendo, la idea de cambiar mi cuerpo (mis piernas, mis pechos, mi cara) y parecerme más a mis amigas o conocidas más envidiadas, gobernaba mis días y mis noches.

Durante años no supe vivir de otro modo que controlando calorías, haciendo ejercicio o comprando cremas milagro que me ayudaran a ser otra, obsesionada por un cuerpo que odiaba y marcada para siempre por una falta absoluta de estima hacia mí misma.

Todos o casi todos mis actos y pensamientos giraban en torno a mi cuerpo rechazado y muchos de los límites o barreras que me imponía tenían que ver con la sensación, el convencimiento inconsciente de que no merecía nada bueno que me pasara, justamente porque tenía el cuerpo que tenía.

Cualquier fiesta, período de vacaciones o evento extraordinario quedaba supeditado a la exigencia de otras piernas, más delgadas y perfectas.  La puesta a punto consistía en la restricción de alimentos prohibidos, y en la aplicación de cremas carísimas que me prometían conseguir mi meta sin esfuerzo.

Con el tiempo descubrí el deporte, el entrenamiento duro de horas que me producía una satisfacción enorme, lo que marcó un principio de reconciliación con el espejo.  Pero siempre había algo que cambiar, algún pliegue que quitar, algún ángulo que limar.

Mi cuerpo se había convertido con los años en un enemigo al que debía someter a duras pruebas, aun sabiendo que en ocasiones él se volvía fuerte y pedía lo suyo vengándose de tanto maltrato y desamor.  Mi vida reciente acabó así, convirtiéndose en un tira y afloja infernal en el que ninguno de los dos bandos quería la paz.

La lucha era a veces muy medida y consciente.  En vacaciones cuando iba a casa siempre acababa tapando huecos, llenando mi malestar interior y mi tristeza infinita con kilos de galletas y todo lo que en soledad me prohibía.  Sucumbía a la tentación, dejaba a mi cuerpo ganar, cedía sabiendo que a la vuelta en mi ciudad, volvería a mi rutina de siempre (control, restricción y ejercicio), que me hacía perder lo ganado.

En otras ocasiones el conflicto era más violento y era cuando el cuerpo lograba anular mi voluntad y me veía abocada sin quererlo a atracones de comida.  Todo era puro descontrol y en aquellos casos sólo pensaba en que aquello se iría solo, como solo había venido.

Con el tiempo he venido entendiendo qué es lo que me ha pasado.  He tratado de analizar los factores desencadentantes de este comportamiento y he iniciado, no sin dificultad, un trabajo de aceptación personal que, por supuesto, incluye a mi malogrado cuerpo.

Muchos de estos factores tienen un origen lejano pues muchos de los patrones de pensamiento que gobernaban y gobiernan mis actos los adquirí de pequeña y de forma muchas veces inconsciente, de ahí la dificultad de desterrarlos.

Hoy día trabajo por ejemplo mi autoestima y el respeto hacia mi misma, escuchando mi voluntad y tratando de acallar mis deseos de complacer y agradar a los demás.  He aprendido que la necesidad de aceptación o aprobación que siempre he arrastrado debe empezar por el amor hacia mí misma, lo cual no es nada fácil de alcanzar después de tantos años de maltrato«.